Cuando se
habla de política se agrupan todos los movimientos y partidos en dos grandes
categorías de acuerdo a su línea de pensamiento. Se consideran de "izquierda"
aquellos que sostienen una ideología progresista, mientras que el
conservadurismo es denominado como "derecha". Esta diferenciación
tiene sus orígenes en la revolución francesa, en relación al lugar que ocupaban
las distintas orientaciones doctrinarias en la asamblea nacional.
En nuestro
país, y arriesgo a decir que en el mundo entero también, la izquierda no
termina de encantar y la derecha siempre termina volviendo a ser opción. Raro,
porque si hay algo monstruoso en nuestra historia es lo vinculado a la derecha.
Entonces, uno se revuelve el pelo y se come las uñas de la ansiedad mientras se
pregunta, ¿cómo mierda es que la derecha siempre vuelve a flote y logra poder
político? Es que la derecha es pragmática. Odian cosas y no gastan una pizca de
energía para ocultarlo. ¿Alguna vez hablaron con alguien de derecha? Te volvés
loco de rabia al minuto. Te vuelven cómplice de los comentarios más horribles
sin que puedas hacer nada para modificar su punto de vista. Deseas que no se
reproduzcan. De hecho, te volvés religioso por un instante para invocar a una
deidad suprema para pedirle por favor que desregule el funcionamiento de sus
genitales y el de todos los que piensan parecido. En cambio, la izquierda
siempre se encuentra persiguiéndose la cola como un perro neurótico. ¿Alguna vez
hablaron con alguien de izquierda? Te da un toque de lástima. Te hablan de la
revolución, ese término tan gastado, y de otros conceptos que nunca tuvieron
asidero en la realidad. Siempre es una carrera para ver quien es un poco más progre, hasta un punto de alienación
fenomenal.
Muchas
veces uno no sabe de qué lado pararse, porque la opción centro es inexistente. O acaso me vas a decir que sos un progre conservador. Dale, eso es como
chupar y soplar al mismo tiempo. Vos sos una buena persona, nadie puede hablar
mal de uno mismo con la facilidad con la que lo hace de los otros, por eso
siempre te vas a ubicar a la izquierda, es que es el lado más humano. No tengo
por qué criticarte, claro que no, la derecha es un festival de espantos. Sé que
conseguiste ese laburo de buena de fe que te permite redireccionar una suerte
de diezmo hacia tu agrupación política, la cual apenas te permite dormir porque
participar en la misma implica largas horas de debates inconducentes y marchas
y contra marchas y movilizaciones contra todo y todos. Es que sos un buen tipo,
no como yo que estoy sentado acá, juzgando. Querés un mundo más equitativo y te
ensuciás las manos para conseguirlo, aunque por momentos te canses de dar
brazadas en un océano de dulce de leche y sientas que tras todo ese esfuerzo el
resultado es casi nulo. Dejaste de lado ese otro trabajo mucho mejor pago, pero
que te restaba tiempo y, al final, terminabas laburando para quienes son parte
del problema. No te das muchos lujos y ahora la vida te jodió bien jodido. Es
que una vez quisiste darte ese gusto fuera de tu estatus social y te compraste
un celular que hasta te destapa la birra por bluetooth. Ese mismo celular estuvo en tus manos por un par de
meses hasta que lo sacaste en medio del tumulto de hora pico, volviendo a casa,
y alguien decidió que lo quería más que vos, así que a punta de cuchillo te lo sacó.
Tranqui, sólo te quedan dieciséis cuotas de un montón de guita. Y ahí estás, intentando
no decir que "hay que matarlos a todos", pero relamiéndote en la idea
de que le pase algo malo al que te lo robó, algo verdaderamente malo, como que
pierda los dos brazos en un accidente horrible y que la mujer lo deje por
tullido y se tenga que alimentar a través de un sorbete porque ya no tiene a
nadie que le dé de comer en la boca. Te encanta esa idea porque hace que no se
te reviente una venita del cuello y termines con un ACV por un puto celular. Es
que hay que guardarse esas cosas para uno mismo, porque venís laburando fino
con esa estudiante de sociología con el flequillo desigual, hija de un economista
y una abogada, llena de guita mal pero que sabe bien de los males de la clase
alta porque ella viene de ahí, aunque no renuncia a su prepaga ni al sobre que
le pasan los viejos a principio de mes; que una vez hizo un viaje por el
noroeste y flasheó amor por la pachamama y
cada vez que va a tu casa te deja un olor inmundo a palo santo que te deja
estornudando una semana seguida, porque eso ayuda a purificar los ambientes,
purgarlos de las malas vibras; que
anda en una bici vieja de la que cuelga un cartel que dice "un auto
menos" y que adelante tiene un canasto donde lleva las cosas que compra
cuando va hasta Villa Culo a la huerta orgánica y autogestionada para seguir su dieta vegana; que te dice
que esto es culpa de la desigualdad social y te rastrea el origen de tu
problema hasta la Campaña del Desierto, y sí, si abrís la boca, adiós chupada
luego de diez birras tibias en un centro cultural. Lo sé, lo entiendo, vos querés un
odio más directo y razonable. Dejalo salir, decilo, gritalo a los cuatro
vientos. Creeme, esa chupada no iba a ser buena de todas formas.