Aquí, en mi sillón

Aquí, en mi sillón, me revuelvo en mí mismo, me tropiezo y sigo camino. Aquí mismo, donde estoy, me pregunto qué paso. Cómo fue y por qué se me fue, se me pasó por alto. Se me fue la humanidad y la necesidad y el deseo, aquí, aquí mismo, acá, en este sillón.
Aunque me acomodo y me recuesto y doy una vuelta y otra más, veo una película y otra y dos o tres más, escucho un disco mientras fumo y escucho y fumo más, mucho más, sigo acá, en este sillón.
Es aquí donde cae la presa, feliz, angustiada, con lágrimas en la cara, un insulto en los labios, la felicidad en los ojos, el pelo atrás, siempre atrás. De cola, las medias, el contoneo, el grito, el golpe, el otro golpe y uno más, otro más, muy rico.
Son las cinco en el sillón, con la náusea, la mirada fija, la idea también, el cuerpo rígido con el futuro atrás y el pasado ahora y el presente nunca, nunca jamás, jamás. Se limpia y se cambia y se va y no vuelve más. No vuelve. No vuelve al sillón.
El sillón que recibe a las masas cansadas, excitadas, derrotadas, de almas blandas, suaves, que no saben nada, nunca nada, por siempre nunca y tal vez jamás. Y las noticias, las mal venidas noticias desde allá que me encuentran lejos del mío, del nuestro, del de todos, y me hace caer extraño en otro lado, en otro puto lado.
Es aquí donde se desmalla, revive y vuelve a embestir. Sobre los vidrios que hay en el piso, cae, aunque no brota sangre embiste y no para de embestir. La inconsciencia a flor de mente, flor de demente. Pidan ayuda, por favor. Digan que queda acá, en el sillón.
Hacia la batalla voy, aunque de la batalla vuelvo.
Es aquí donde espero.