Mis
tripas rugen. Camino rápido entre pasillos mientras me doblo sobre mí mismo. Dos
rubias muy producidas están paradas en la puerta del baño. Me ven pasar y me
sonríen. A mí no me quedan sonrisas. Ni siquiera gestos de bondad. Llego, por y
con suerte.
No puedo
elegir, la primera puerta abierta es la opción. El inodoro está salpicado de mierda
y orina y yo me siento encima sin pensarlo. A mi derecha cae por las paredes rellenando
el hueco de algunas letras desprolijamente talladas sobre la superficie
enchapada de las divisiones. Mierda
y relatos de sexo homosexual firmados con semen, seco, entre nombres y algunos
idiomas que no conozco. Hay un par más de acabadas a un costado.
La
puerta del baño de al lado se abre y se cierra entre risas de mujer. Son dos. Parecen ser dos. Hablan
en alemán. No puedo dejar de pensar que entre ellas y yo hay una fina división
que ni siquiera alcanza al techo y ni siquiera parte desde el piso y de repente
el lugar se vuelve un poco más pequeño. Se mueven mucho y se golpean contra las
paredes y hablan fuerte. Alemán.
Sube hasta entrar en mi por mis fosas nasales el hedor de meo acumulado durante varias horas, mezclado con mierdas de varios culos. Vomito un poco por entre mis piernas. Me recuesto sobre un lado y me dejo ir. Un poco de semen seco cruje y se despedaza sobre mi sien.
Sube hasta entrar en mi por mis fosas nasales el hedor de meo acumulado durante varias horas, mezclado con mierdas de varios culos. Vomito un poco por entre mis piernas. Me recuesto sobre un lado y me dejo ir. Un poco de semen seco cruje y se despedaza sobre mi sien.
Hablan
y se mueven más. Suena una bolsa de nylon desenvolviéndose y más alemán, rápido, sin pausa, imperativo y
risas alemanas ho ho ho. Suena una nariz aspirando y otra vez y de nuevo.
Silencio. Alemán en voz baja. Snif. Silencio. Risas ho ho.
La
puerta de al lado se abre y empiezan a golpear la mía. Despego la cabeza de la pared y algo de lo desprendido cae hasta mi muslo
derecho y se enreda en el vello. Las voces alemanas suenan aún más autoritarias. Es la guerra o el amor. Golpean
ho ho oh oh. Insisten. Una mano se asoma por el espacio entre la puerta y el piso. Me saluda. Luego una teta que choca su pezón contra la mierda seca del piso.
Vomito un poco más.
Vomito un poco más.
Soplo
las cascarrias de semen de mi pierna, me limpio algo y ya puedo salir. Las
rubias custodian la puerta del baño. Ya no dedican sonrisas. Ni miradas. Yo sí,
pero ya es demasiado tarde.
Por
lo menos salpiqué con mi mierda y marqué mi territorio.
Salpiqué con mi mierda ho ho ho.