Venganza

JERRY: What is the point of all this?
GEORGE: Revenge.
JERRY: Oh, the best revenge is living well.
GEORGE: There's no chance of that.

SEINFELD, S02 E12 "The Revenge"




La veo abrirse paso entre la gente hasta que queda parada delante mío, un tanto lejos, pero no lo suficiente.
Es un extraño ser, conformado por lo peor de todas mis relaciones pasadas. Huelo problemas, pero no me importa. Cómo me gusta, es una buena bestia, tiene lo mejor de todas.
Se queda parada en el medio de la fiesta, mirándome fijo. Puedo ver odio en sus ojos y un tanto de resentimiento en las expresiones que hace con  la boca. Está tensa, muy tensa. Yo estoy sentado en un sillón bastante cómodo, lejos de la gente que me cae mal y bien cerca de mi tercer cerveza. Sillón de un solo cuerpo, con ambos brazos extendidos sobre los apoya brazos, birra del lado izquierdo, pucho del lado derecho. Estoy listo.
Para mi sorpresa y la de un par de personas más que la vieron acercarse hacia mí, levanta el brazo derecho y me apunta con su dedo índice. Se queda un rato largo en esa posición, tensa, muy tensa, con el odio todavía en los ojos y el resentimiento en la boca. Parece estar tomando carrera para decir algo. Comienza a llamar la atención de los demás, que lentamente empiezan a formar un círculo alrededor de ella, intercalando sus miradas en mí, en ella y entre ellos, preguntándose qué carajo pasa.

—¡Helo aquí el gran escritor! suelta de repente. Ya tiene la atención de todo el mundo—. ¡El gran escritor de acotado vocabulario, observándonos a todos para luego describirnos en sus textos de alcantarilla!— grita. Sí, ya tiene la atención de todo el jodido mundo, incluida la mía.

No puedo hacer otra cosa que estirarme en busca del envase de cerveza que tengo reservado y completar lo que queda vacío del vaso. Esto va a estar realmente bueno.

—¿Qué nos tiene preparado el gran escritor de alcantarilla?

—Tos.

—Ay, ¡pero miren si será ocurrente! ¡Muy divertido! ¡Tan original!

Sonrío y toso. Soy endemoniadamente original.

—Seguro algún texto mediocre, que diga muchas veces la palabra "mierda", y "pija", y la mención de algunos culos de mujeres presentes.

—Es verdad, hay unos culos muy buenos en este lugar.

Tomo un trago de cerveza. Doy una buena pitada a mi cigarrillo. Algunas mujeres me miran mal, un par se sonrojan y otra se ríe. Le sonrío a la que ríe.

—Aquí sentado, haciendo su papel de anti social. ¡Mírenlo! ¡Quiere ser el gran escritor maldito!

—Para ser maldito hay que tener maldiciones— respondo. Tomo un trago largo sin dejar de mirarla fijamente a los ojos—. Pero, hasta ahora, no tengo ninguna. Sólo un par de incomodidades y una gran inhabilidad para cortarme las uñas de los pies.

—Ya sé que vas a escribir algo en lo que yo sea el personaje que da pie a tus picantes respuestas e ingeniosos monólogos, cargados de tus geniales puntos de vista.

Apuro lo que queda de cerveza, fumo lo que queda del cigarrillo y arrojo el pucho aún encendido a un lado. Me paro y empiezo un baile, solo. Le muestro mis mejores movimientos. Luego combino con un uppercut al aire, seguido de un gancho para impresionar al público masculino. Soy bueno. En seguida la abrazo por la cintura y le como la boca de un beso. Lejos de asustarse, responde con ganas. La gente aplaude. La inclino hacia un lado y la beso nuevamente. Ovación de pie.
Vamos en taxi hasta mi casa, sin parar de echarnos mano. Veo cómo el taxista relojea por el espejo retrovisor.
Llegamos y la llevo hasta la habitación. Le saco toda la ropa antes que pueda decir algo, la doy vuelta sobre la cama y embisto, con ganas, con muchas ganas. Ella grita, grita todo el rato.
Se duerme con una sonrisa en la cara. Me levanto y aprovecho mi retiro para tirarme un pedo y escribir esto.
Como diije antes, soy endemoniadamente original.

El hombre de enfrente que fuma

El hombre de enfrente que fuma sale todas las noches a las 11 a fumar y a mirar las plantas en su balcón. Es un balcón largo. Lo recorre de lado a lado, se agacha, mira alguna planta, da una calada a su cigarrillo, envuelve su cara en una voluta de humo y pasa a otra planta.
Cuando el pucho parece apagarse, agarra la regadera, la llena y pasa por cada una de las macetas vertiendo algo de agua en algunas, evitando hacerlo en otras y dejando pequeñas nubes de humo que se desbaratan rápidamente en el aire.
Deja abierta la puerta siempre en el mismo ángulo, donde se refleja la pantalla del televisor. Si no está mirando fútbol, nunca puedo llegar a entender qué es lo que ve. Es que el verde césped se hace evidente en las fechas importantes.
Si la persiana de la puerta del balcón está levantada, me deja verlo en su sillón, sentado, con el reflejo de la televisión iluminando el frente de su cara y cuerpo. Sillón de un cuerpo, para que sólo se siente el hombre de enfrente que fuma, aunque cuando está adentro no fuma, creo. Seguro su mujer no se lo permite. A veces la veo pensando en el balcón.
No recuerdo ver a nadie más de su familia o amigos, o siquiera conocidos. Siempre él. A veces ella, contadas veces. Pero siempre a las 11, él, el hombre de enfrente que fuma revisa la plantas.
Puede ser su soledad o la mía, pero es rutina sentarme en la ventana a ver al hombre de enfrente que fuma, a las 11, todos los días, y sentir que nos acompañamos mutuamente, cada uno en su mundo. Hay días en los que me distraigo o tal vez llego más tarde a mi casa. Pero si es el horario, me asomo y busco al hombre de enfrente que fuma. Cuando me asomo a la ventana, de un momento a otro, sale. Y por qué no, yo también me doy el gusto y me prendo un pucho, así no lo dejo fumando solo.

Ruido

El ruido de los autos en marcha sube constante desde la avenida. También hacen ruido los colectivos cuando frenan y cuando arrancan. Y cuando andan. Y cuando todos ellos tocan sus hermosas bocinas. Inclusive hacen ruido estando parados, sin moverse, como el estertor de un gato moribundo.
Allá a lo lejos suena una moto con escape libre. El ruido crece, llega a su punto álgido al pasar debajo de mi ventana, para luego desvanecerse entre el ruido de la ciudad.
Una ambulancia pasa haciendo ruido y el tráfico de hora pico de la mañana hace que se aloje el tiempo necesario justo debajo de mi casa. Hace todo el ruido que quiere. Creo que hace todo el ruido que puede. Puede despertarme y lo hace.
Miro el reloj con un ojo entreabierto para ver si ya sonó y lo apagué dormido. Está activado. No veo las agujas, por lo que asumo que puedo seguir durmiendo un tramo más. Cierro el ojo y me acomodo en la cama. Llega el comfort. Inmediatamente suena el despertador. Compré uno que hace mucho ruido para combatir el hermoso silencio de mis sueños.
Antes de llegar al baño pasan los bomberos. Esos si que hacen ruido. Hacen que las ambulancias parezcan de juguete. Demoran demasiado en irse, maldito tráfico. Las sirenas se comen el ruido de los motores y hasta mis propios pensamientos.
Entro en la ducha y el ruido del agua contra el piso de la bañadera me tranquiliza. En el piso de arriba también se están bañando, pero el repiqueteo del agua sobre mi cabeza no es agradable como el que se genera en mis pies.
El perro de arriba se mueve y hace ruido a cada paso que da con sus garras sobre el piso de parquet. Mi vecina de al lado abre y cierra las puertas de su alacena. Las suelta, golpean y hacen ruido. La oficina de al lado recibe gente y lo que antes era silencio ahora es el ruido de una reunión.
Prendo el televisor, que emite un silbido en una frecuencia apenas perceptible, antes de ser cubierto por el ruido de la música y la charlatanería. Curioso como muchos parecen hablar, pero sólo hacen ruido.
El ruido de una tostada destrozándose en mi boca es seguido por el ruido de un sorbo de té. Está caliente y dejo entrar algo de aire junto con el líquido, lo que hace más ruido a cada trago.
Llamo al ascensor y se escucha el ruido del ascensor respondiendo al llamado, tal vez desde arriba o tal vez desde abajo. Un ruido imposible de localizar. Al cerrarse las puertas del ascensor, hacen ruido. Durante el viaje hasta la planta baja escucho el ruido de gente entrando, saliendo y charlando.
El ruido de la calle se hace vivo y es aún más ruidoso que antes. La gente por la calle va haciendo ruido hasta con sus pensamientos. El ruido los invade y tratan de purgarlo de sus cuerpos. ¿Estaré yo también haciendo ruido? Seguro. Abro la mochila y tras el ruido del cierre emergen de la misma mis auriculares. Ahora escucho el ruido que a mí me gusta.
De todas formas, el ruido de la ciudad se cuela por entre mi ruido personal y llega hasta mi cerebro. Mi cabeza hace ruido, mucho ruido. Comienza a vibrar. Me saco los auriculares y froto despacio mis sienes. No puedo impedir el crescendo de la vibración. Vibra, vibra, vibra y vibra hasta explotar. Una chica que pasa caminando por al lado mío queda bañada en sangre y restos de masa encéfalica. Grita asustada, hace mucho ruido.
En seguida, el ruido de una ambulancia y de un patrullero. No hace falta el ruido de bomberos. Otra moto pasa haciendo ruido.
Luego de unos minutos todo se calma y el ruido de la ciudad vuelve a su nivel habitual, armonizando todo. El ruidoso estertor de un gato moribundo. La silenciosa vibración de una persona muerta.