UN HOMBRE CONFUNDIDO
LA MUY TRISTE PERO NO TAN CONOCIDA HISTORIA DEL ALBAÑIL QUE OLVIDÓ CÓMO LEVANTAR PAREDES
Freud al toilette
¡Pardiez!
Oficialista
Los que antaño vitoreaban en contra de la misma siempre estuvieron equivocados, así como los que juraban defenderla como se defiende una idea. Intangible, incorpóraea, estúpida.
En estos tiempos el hambre se hizo aún más presente en aquellos que ya lo sufrían y una pesadilla tangible para aquellos que se creían lejos de tal vejación. Pero, lejos de la historia que dictaba la conducta de las masas, el pueblo unido salió a reclamar lo que le pertenecía. No mucho más que la vuelta de la dignidad, sólo eso.
La respuesta ante el reclamo fue la violencia por parte de aquellos en quienes se había depositado la fe salvadora. "La gallina de arriba siempre caga a la de abajo" fue la frase que dijo mi padre antes de morir enfermo por no poder pagar la medicación que en otros tiempos recibía de forma gratuita.
Cuando habíamos derrotado, no sin varias bajas y sufrimiento, al violento defensor del poder, y a punto de obtener la cabeza de los tiranos, una luz cegadora se hizo presente en el cielo y comenzó a descender hasta posarse frente a la turba iracunda. "Descansad, hijos míos, pues he vuelto", dijo, acentuando la calma de su voz con un gesto que permitía ver el estigma en su mano.
El Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros y entró en el rosado palacio en el cual habitaba el poder. Aunque vestido sólo con harapos, hasta el guardián más cruel y el sofista mejor vestido se postraron ante su presencia. Nunca olvidaré el silencio que reinó durante horas ni el bullicio que siguió como respuesta a la vuelta de Nuestro Salvador. Lentamente la multitud fue creciendo. Sin importar raza, religión ni sexo, la sociedad se fundió en un abrazo perpetuo y ya no existieron las diferencias pues La Verdad estaba allí.
Las horas se disolvieron en el festejo que nos unía a todos bajo el sagrado manto de la victoria hasta que Nuestro Salvador Jesucristo volvió a aparecer frente a la multitud. Su tierna mirada llenó de esperanza los corazones de todos los allí presentes. El silencio volvió, esta vez de forma sepulcral. "Uff, que garrón ser pobre, ¿no?" dijo antes de elevarse de nuevo a los cielos, cegando a todos con su luz, sólo que esta vez emanaba del reloj de oro que el Señor ahora ostentaba en su muñeca.
Encierro
Pulso el botón de dos centímetros y seis milímetros de diámetro. Podrían haberlo hecho de dos centímetros y medio, que les costaba. Hay gente que se caga en los demás. Espero el ascensor treinta segundos, lo que tarda en viajar desde la planta baja hasta los veintidós metros y medio que lo separan del noveno piso en el cual vivo, siempre y cuando no venga con un pasajero. Si el ocupante pesa entre setenta y cinco y cien kilos, la demora es de dos a cuatro segundos sobre el tiempo estimado y esa demora me hace sudar frío. Dejo pasar siete ascensores hasta que me toca uno que tardó treinta segundos exactos. Hoy fue un buen día, demoré poco en bajar
Dentro del ascensor se encuentra Tomás, el encargado del edificio. Mide dieciséis centímetros más que yo. Me señala la bolsa que sostiene, en la que lleva un envase de cerveza. Le recomiendo la medida ideal para el bebedor: una botella de litro más una lata de cuatrocientos setenta y tres centímetros cúbicos. Como no entiende de números le digo que es una birra y media: "te tomás la botella, y como sabés que te quedan un poco de ganas, después va la lata, porque no tenés ganas de tomar otra cerveza entera". Abre los ojos y sonríe y deja entrever un barato arreglo dental. Puedo ver un alambre de entre cero coma cinco y cero coma seis centímetros de largo, agarrado a su primer molar. Está borracho y, luego de la risa, irrumpe en llanto. En un total de diecisiete lágrimas me cuenta que... Uy, dejé las llaves adentro, puta madre. Ahora voy a tener que ir a buscar una copia a tu casa. Hace mucho que no nos vemos y eso me arruina las cuentas.
Divino
Varios de sus vecinos se encuentran fuera de sus casas. Hay mucho movimiento, van y vienen levantando pequeñas nubes por la calle de tierra. Vaya uno a saber qué es lo que anda pasando, siempre hay algo nuevo, piensa. Escucha ruido de agua agitándose y saca la vista de la ventana para correr la pava del fuego. Casi se le hierve, el mate no se toma con agua hervida. De todas formas, no tiene tiempo para repetir el proceso, debe salir a trabajar, así que con un pequeño chorro de agua fría lo soluciona. Abre un paquete de bizcochos de grasa y saca tres. Le deja el resto a La Gorda, su esposa, que se va a levantar mucho más tarde y si no tiene sus bizcochos arma un escándalo. La quiere mucho a La Gorda, su amor de la adolescencia, el bonbón que sus amigos le decían que jamás le iba a dar bola. Ya no es ese bonbón que hacía que todos giraran para verla cuando pasaba caminando, pero es su bonbón. De hecho, no le dice La Gorda, no a ella, por lo menos, porque le tiraría algo por la cabeza. Por momentos se culpa a sí mismo por no haberle dado una vida mejor.
Termina de desayunar y va a la heladera a buscar algo para llevarse para la hora del almuerzo. Siempre viene bien un "sanguchito de milanga" para recargar energía. Parece que La Gorda se las comió anoche. También se tomó las cinco cervezas que guardaba para su cumpleaños la semana siguiente. Se tiene que acordar de comprar más cuando salga de la obra.
Le da un beso en la frente a su mujer dormida. El beso causa un cambio de ritmo en sus ronquidos y eso le causa gracia. Afuera está fresco pero a la tarde seguro se va a poner pesado. La macha negra sigue en el cielo. La brisa fresca le mueve el pelo. Cierra los ojos, el viento lo lleva, el ajetreo de la vida cotidiana desaparece y se siente volar.
No hay una estructura pero se encuentra de pie, de eso está seguro. Quien comienza a hablarle se manifiesta frente a él. Sus ojos no comprenden la forma que se le presenta, sólo cobra sentido dentro de su mente. El sonido que él considera una voz lo rodea. Se siente desarmado, sus sentidos funcionan sin relación unos con otros, su mente parece haberse reconfigurado y todo lo que es real ya no lo es y lo sigue siendo al mismo tiempo. Aún así, está tranquilo. ¿Qué es esto?
"Varios eones han pasado, varios más seguro por venir. Somos tan antiguos como ustedes y los dos como el Universo. Somos lo que ustedes torpemente llaman 'Dios', pero los dos somos hermanos, hijos de la misma creación. Nuestra existencia carga con el castigo de su existencia. Inmateriales, conciencia única frente a la individualidad material que vive en y del olvido. La humanidad existe como antonimia de nuestra existencia y nosotros en la eterna misión de erradicarla. Han existido en tantos mundos y planos dimensionales como nosotros. Han muerto, asesinado y devastado. Cada vez que nos sentimos cerca de erradicar el error cósmico que representan, aparecen nuevamente a uno y otro lado del todo. Ni siquiera una entidad como la nuestra a podido acabar con algo tan mísero como ustedes. La existencia se define a través del caos y el caos a través del humor. La divina comedia encuentra su remate en complementarnos en vez de separarnos. Lo que ustedes llaman 'amor' es algo nuestro. Eso los separa de la destrucción total. En cambio, nuestra existencia de otro modo perfecta se ve manchada por el 'odio'. Nuestra inteligencia a permitido que lo canalicemos a través de la persecución y posterior erradicación de su especie. Sin embargo, el peso que cargamos nunca nos abandona ni lo hará. Pero por respeto a eso tan nuestro que vive en ustedes, antes de eliminarlos elegimos a una pareja que lo represente. De pasar la prueba, su existencia sería perdonada. Debo advertirte que eso nunca ha pasado".
En el vacío en el cual se encontraba se materializa nuevamente. Olor a tierra mojada, un escozor detrás de la nunca, piel de gallina, recorre con la lengua la parte trasera de sus dientes. Delante de él se encuentra La Gorda, que ya no se ve tan rellena. Todo lo contrario. Tiene los pómulos marcados, ojeras, la ropa que antes le ajustaba hoy cuelga de ella como si estuviese en una percha. Mira alrededor, sí, es su barrio pero todo es levemente distinto. ¿Y los demás? ¿Cuánto tiempo pasó? ¿Qué pasó? No importa, La Gorda está ahí, gracias. Estalla en llanto. "Hola, mi amor", dice entre lágrimas pero con una sonrisa, abriendo los brazos para abrazarla, mientras ella avanza hacia él relamiéndose.
Pastel sin cumpleaños
Red Bull
MILNUEVEOCHENTAYMIERDA
La felicidad es marrón
Debo ir a conocer a la hija recién nacida de un amigo. También debo comprar un regalo, actividad que a los que no tenemos hijos, no nos tratamos con gente con hijos y, de hecho, odiamos cualquier cosa que tenga que ver con bebés, nos resulta una tarea horrible; desconcertante, costosa, horrible e innecesaria. Pero aprovecho a ir hoy porque van algunos de los pibes y algunas de las amigas de la madre. Eso quiere decir que va a estar Camila. No puedo mentir, sólo voy por Camila. Soy capaz de ir a golpear a las puertas del infierno si me dicen que Camila está ahí.
Llego a la casa de mi amigo. Abre la puerta su madre, Susana. Eso ya no es una buena señal. Siempre me consideró ese amigo mala influencia para el siempre drogadicto y alcohólico problemático de su hijo. Nunca me quiso, no me quiere, ni me querrá. Lo bueno es que puedo anticipar de qué lado van a venir las preguntas de mierda del estilo “¿y vos para cuándo?”. Susana me mira las manos para ver qué traigo de regalo. Abre los ojos de par en par cuando encuentra que sostengo una botella de whisky. “Es una mamadera… para los padres… jáh… permisooo”, le digo y me mando para adentro antes que pueda reaccionar. Detrás de ella me recibe mi amigo con un abrazo y se ríe del chiste que antes le había hecho a su madre. Me dice que menos mal que fui porque estaba solo entre todas las amigas de su mujer, excepto Camila, que está de viaje con su nuevo novio. Tampoco van a venir los chicos. Bueno, entonces la paciencia será la clave de la tarde.
Me ceden un lugar para sentarme en
medio de la reunión. Trato de meterme en la conversación pero me resulta
imposible. Ninguna de las participantes de la conversación tiene hijos, pero
hablan en dialecto materno con una habilidad de la cual carezco. Comentan sobre
pañales, dentición, calostro, puerperio, el milagro de la vida, parecidos de la
criatura, su ascendente astrológico y no sé cuántas cosas más. Mi amigo, que
previó mi desconcierto, deposita delante de mí un vaso mitad whisky mitad
hielo, me guiña un ojo y se retira para asistir a su mujer y su hija, las
estrellas de la tarde, que demoran su aparición en escena.
Con la ausencia de mi amigo, el grupo
ataca. Que su amiga está hinchada, que no llevó bien el embarazo, que no sé
cuántos kilos aumentó, que la beba es feíta. Sí, feíta, que hijas de puta, el
desprecio con el que lo dicen. Cuando parecen aplacarse un poco, la madre de mi
amigo se asoma desde la cocina para acotar que su nuera es holgazana y tiene la
casa medio descuidada. Atiza la pira de la crítica y vuelve a su cueva. El
whisky está masajeándome y ya me siento bastante suelto como para irme de boca.
Quiero preguntarle a estos espantajos cuántos hijos tienen cada una porque
tienen el cuerpo bastante chocado como para andar criticando.
Salva la situación la aparición de la
madre con su hija en brazos. Las harpías se ponen como locas de falsa alegría.
La saludo con un beso, la felicito, toco un poco a la bebé con el dedo índice y
vuelvo a mi puesto. Mi amigo me sirve otro whisky y se sienta al lado mío sin
hablar. Su mujer tampoco habla. Las que cumplen con la tarea de combatir el
silencio son las hijas de puta y Susana, la hija de puta reina. En un momento
le sacan el bebé de los brazos a la madre y se lo pasan entre ellas como un
trofeo obtenido en un saqueo vikingo. Siguen con que la nena se parece a uno o
al otro, al tío, al primo y a la abuela. Para mí, parece una pasa de uva con
ropa.
Hacen la ronda con la criatura, dándole palmaditas en la cola y meciéndola, una
tras otra, hasta que llega mi inevitable turno. Al segundo de recibirla
comienza a llorar, justo a mí, la puta madre, que no tengo idea de qué hay que
hacer en estos casos. Trato de imitar los movimientos previos, pero se me nota
la aspereza de la inexperiencia. Levanto la vista en búsqueda de salvación por
parte de cualquiera de sus padres. Ambos tienen la mirada perdida en un punto
indefinido del espacio. La madre aprovecha no tener encima por cinco minutos a
su hija, respira, descansa todo lo que puede. Reposa su cuerpo maltratado por
meses de embarazo. No quiere a nadie ahí, quiere dormir y se le nota. Ni
siquiera le importa que su hija recién nacida se encuentre en brazos del amigo
de su esposo que está a medio camino de la ebriedad.
Finalmente, deja de llorar. La
tranquilidad dura unos segundos hasta que me doy cuenta que está en silencio
porque está haciendo fuerza para cagar; luego vuelve a llorar. La caca líquida
que generó su recién estrenado sistema digestivo rebalsa el pequeño pañal y
recibo, por primera vez en mi vida y no por gusto ni pedido, una cuantiosa
lluvia marrón. Levanto a la nena y la alejo tratando de tomar la mayor
distancia posible. El movimiento pendular hace que riegue con materia fecal
infantil mi ropa y la comida que está sobre la mesa. “¡La cabeza, cuidado con
la cabeza, animal!” me grita el alborotado colectivo matriarcal, mientras una
toma la posta para quitármela y pasársela a la madre.
El paisaje de sándwiches de miga y
snacks varios salpicados de marrón, matizado con un penetrante olor, se cruzan
en el camino del whisky de media tarde y como resultado emerge de mí un chorro
de vómito que termina por ensuciar lo poco que antes se había salvado. Me
limpio la boca con la manga de la camisa y agarro algunas servilletas de papel
para quitar la caca y el vómito del resto de mi ropa. Me retiro en silencio,
sin despedirme, esperando no volver a ver a la hija de mi amigo hasta su
cumpleaños de quince y que todo esto sea una anécdota graciosa del pasado.
El lunes me compro un perro. Lo llamaré Vasectomía.
Las comas en Schopenhauer
Puta vida
Todos menos
Doble mano
D de DERROTA
Porca miseria
Con el correr del tiempo los análisis de éste párrafo comenzaron a llenar sus propias estanterías. En un momento, un historiador y crítico literario dio a conocer su teoría sobre el horror detrás de la creación de Andrade. Al parecer, luego de una exhaustiva investigación que le llevó dos décadas, llegó a la conclusión de que ese párrafo representaba la relación que Andrade sostuvo con una menor de edad.La sociedad no tardó en hacerse eco y no fueron pocas las voces que comenzaron a alzarse en contra de Carlos Andrade. El alguna vez genio de la literatura pasó a ser la personificación de mal. Esto generó una división social nunca antes vista, pues las opiniones de ambos bandos eran enfervorizadas y se sostenían con la virulencia del radicalismo religioso más extremo que alguna vez se haya visto. Varios de los galardones que se le otorgaron al autor le fueron retirados, inclusive el Nobel, siendo la primera vez en la historia que la Academia Sueca daba marcha atrás en su decisión.
La calor
Primera parte